jueves, 4 de agosto de 2011

ZAFFARONI: EL PROBLEMA ES ÉTICO.

Alquilar un prostíbulo no es un delito penal. Sí lo es explotarlo. Ejercer la prostitución tampoco es un delito, sino una contravención. Para decirlo de otro modo: el fiolo irá preso y la puta no; a lo sumo será condenada a una contravención, según el municipio donde se realice. El “locador” del prostíbulo, en ese caso, no tendrá responsabilidad penal alguna. El juez de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni es el locador de seis prostíbulos: nunca podría ir preso por eso, pero no puede desconocerse su responsabilidad moral en el asunto. Zaffaroni se situó más allá del problema: dijo que tiene 15 departamentos, que ni siquiera firma los contratos, y que no va a andar fijándose en esas menudencias alguien que pasa su día preocupado por la filosofía del derecho. La actitud dandy del juez contrasta con el número de casos: uno puede ignorar un prostíbulo, pero se hace poco creíble el hecho de que ignore seis. En cualquier caso, todo se complica cuando trasciende que los prostíbulos publicaban sus “servicios” en los diarios. De modo que cualquier persona, incluso el juez, puede haber leído, día tras día, durante años, la dirección de sus propiedades asociada a aquel negocio. Es cierto: uno puede, sin saberlo, alquilarle un departamento al cartel de Medellín. ¿Pero que podemos pensar si alquiló seis departamentos al mismo cartel? Estaríamos para citar a Carlos Menem, frente a una “casualidad permanente”. El caso de un departamento es distinto al de, por ejemplo, un auto, en el que se comprobaría lo que los juristas llaman “responsabilidad objetiva” (art 113, por “vicio o riesgo de una cosa”): si le presto el auto a un amigo y este atropella a un tercero, soy, como dueño del auto, parcialmente responsable del siniestro. En el caso de los autos, al responsabilidad objetiva funciona porque pueden implicar un riesgo, algo que un departamento no es así. De modo que el problema de Zaffaroni no es legal sino ético. Y resultó, a la vez, revelador de otro síntoma: el propio juez y algunos voceros del gobierno (como el programa seis, siete, Rocho) se animaron a sugerir que habría que censurar estas noticias “del periodismo amarillo”. Zaffaroni no pudo con su debilidad por las vanguardias, e inventó incluso una palabra: “censoristas”. Esto lleva a la intervención de censoristas”, dijo ante un Víctor Hugo extasiado por la personalidad del juez.

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