Por Alfredo Leuco
La gran estrella política del Senado fue, tal como lo consignamos ayer, la senadora Adriana Raquel Bortolozzi de Bogado. La frase que pronunció quedará sin dudas en la historia: “Estoy sola y tengo miedo”. Lo más grave es la frecuencia cada vez mayor con la que aparece esa palabrita nefasta en el debate público. Me refiero a la palabra miedo. No es la primera vez que alertamos sobre lo peligroso de esta situación y espero que sea la última. Pero nada bueno se construye con miedo en una democracia. Es la negación de la libertad que tiene que tener todo el mundo para expresar su pensamiento. Hay varias preguntas que hacerse en ese sentido ¿A quien o a que le tiene miedo la senadora? A 27 años de democracia, ¿Qué es lo que la asusta? Porque no se trata de alguien inexperto. Tiene 61 años y una extensa trayectoria política. Fue ministra, diputada provincial y nacional. Se forjó en la militancia y es abogada. Según el diccionario de la Real Academia Española el miedo es “una sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro o mal, sea real o imaginario”. ¿Cuál es ese peligro que amenaza a la senadora por Formosa? ¿Teme un castigo político hacia su esposo que es vice gobernador o hacia su hijo que está potenciando su carrera política? ¿La asusta que el ex presidente Kirchner la mande castigada a la siberia de la indiferencia y el destrato al que ya mandó a varios como al senador José Pampurro, por dar solo un ejemplo? Primero fue el secretario parlamentario, después la senadora por San Juan y finalmente, ante la negativa de la doctora Bortolozzi de levantarse de su banca, tuvo que ir el jefe del bloque, Miguel Angel Pichetto. Las presiones explícitas, las palabras susurradas al oído y las versiones de los insultos que Néstor Kirchner le propinaba a Pichetto completaron la situación donde la tensión se mezclaba con cierto dramatismo. Los colaboradores de la senadora Bortolozzi dicen que las amenazas telefónicas fueron constantes. “Traidora y hache de pé, te vamos a destruir”, fueron las cosas mas suaves que le dijeron en forma anónima y cobarde. En su momento comentamos que el secretario de Derechos Humanos, nada menos, le había dicho a la jueza Sarmiento que si tenía miedo debía ir a un psicólogo. Los temores al espionaje de periodistas y políticos que prefieren no hablar por teléfono. La amenaza y el agravio que sufrió Joaquín Morales Solá dos veces desde el mismo auto frente a su domicilio particular. Los insultos y escraches que padecieron varios colegas. Las precauciones que tienen que tomar todos los que investigan al gobierno. La despreciable agresión verbal que sufrió Victoria Donda en el acto del 24 de marzo por parte de un manifestante de la columna oficialistas porque no estaba alineada con los Kirchner. La responsabilidad sobre la vida y seguridad de su familia que Luis Juez puso sobre el ex presidente Kirchner al sentirse víctima de una sucia operación de inteligencia. El auto quemado de nuestra colega Adela Gomez que no provocó ni una sola palabra de repudio al hecho de parte de las autoridades nacionales. En fin, son muchos los ejemplos del clima enrarecido por el miedo. Ojalá que esto se frene y no se convierta en pánico porque el pánico paraliza y hace perder todo signo de racionalidad. El protagonismo que está adquiriendo la palabra miedo es la negación de una sociedad más democrática, pluralista e igualitaria. Los silencios son frecuentes en los cementarios. Las democracias son bullangueras, cargadas de polémicas y de debates sin condicionamientos. El temor promueve la autocensura. Incita al silencio. El gremio de los periodistas supo tener como lema “La peor opinión es el silencio” y estoy totalmente de acuerdo. Que nunca más alguien se sienta sola y con miedo en la Argentina. Y mucho menos si es una representante votada por el pueblo.