miércoles, 11 de mayo de 2011

La dignidad y la gloria

La dignidad y la gloria

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El otro día estuve un rato en la marcha de la CGT. Ahí estaba, caminando entre los manifestantes (y acá habría que escribir otro post, sobre las diferencias que se ven a simple vista entre este movimiento obrero y las marchas sindicales de los noventa que también encabezaba Moyano, pero con el MTA), cuando, como un cross a la mandíbula, me encontré con la bandera que ilustra el post.Este cartel, evidentemente hecho a mano (y acá habría que hacer otro post sobre cómo y por qué el peronismo sigue teniendo esa altísima potencia instituyente imaginaria, como si fuese una máquina loca creadora de simbología de las que escribe William Gibson) dice "Para morir con gloria hay que vivir con dignidad." Le saqué una foto porque me parece que contiene una interesante dosis de teoría política implícita. Es más, se me hace que este cartel contiene la clave de por qué el peronismo y el pensamiento de matriz liberal en la Argentina no confluyen ni van a confluir en el corto y mediano plazo. Ni siquiera se entenderán. Porque tienen distintos definiciones del concepto mismo de política.En "La condición humana" Hannah Arendt hace la definición más sintética de qué es la política en la tradición liberal-republicana: la política, dice, es aquella esfera de la actividad humana que no está condicionada por la necesidad. La necesidad, para Arendt, es todo aquello que pertenezca al oikos, o sea, el hogar, el ámbito de lo privado: todo lo relacionado con la vida material y la labor necesaria para su reproducción. Todas las cuestiones relacionadas con la vida material, entonces, quedan o deben quedar fuera de la política. La política es, para Arendt, lo contrario: la esfera de lo libre, o sea, de todo aquello que no está subordinado a la necesidad. Esta definición complica comprender qué es, entonces, la política, ya que lo relacionado con la gestión de las necesidades no es política, dice Arendt, sino administración. Sin embargo, dice Arendt, sabemos que la política es, sobre todo, la búsqueda individual de fama imperecedera, de aquel que realiza nobles acciones y nobles palabras en la esfera pública. (Como Aquiles, máximo ejemplo, para Arendt, de quien está dispuesto a morir para no ser olvidado.)Cuando se habla de justicia, en esta tradición, se debe uno referir a la búsqueda de condiciones que hagan posible que todos participen en igualdad de condiciones de esta búsqueda de distinción política individual (mediante amplias libertades civiles y políticas) pero no se debe buscar implementar un criterio sustantivo de justicia distributiva. Justamente, el capítulo "Acción" de "La condición humana" lamenta el alza de una concepción de la política que la subsume a la búsqueda de justicia distributiva, o sea, la subordina a la labor. La política, para la condición liberal-republicana, debe orientarse a afirmación radical de la libertad y la individualidad.O para así decirlo, en política, para esta tradición para vivir con dignidad hay que (estar dispuesto a) morir con gloria. Fijémonos por un momento en lo que dice el cartel blasonado con los rostros de Moyano padre y Moyano hijo: "Para morir con gloria, hay que vivir con dignidad." He aquí, sintéticamente expresada, una total reversión de las anteriores categorías.El movimiento sindical argentino, como los movimientos de raíz popular y subalterna de todo el mundo, no es ni puede puede ser liberal-republicano porque entiende la a política de una manera radicalmente distinta: no importa la gloria, sino la dignidad. Esto significa que, para estos movimientos, la política se debe concentrar primariamente en las áreas de la necesidad, la labor y la justicia distributiva. Esto significa que la distinción individual, o sea, las bellas acciones en la esfera pública (o sea, la gloria) son necesariamente material no político o prepolítico.Por supuesto, en esta tradición de política subalterna importan y se defienden derechos civiles y políticos (sobre todo para las clases subalternas), sin embargo, estos se comprenden como metas hacia una mayor justicia distributiva, y no como fines en sí mismos.Obviamente, estas dos lógicas políticas, tan distintas, entran en conflicto permanentemente, ya que lo que para una es centralmente político para otra no lo es, y viceversa. Aspectos de la vida comunitarias que para una son centrales (la cultura, la discusión de reglas institucionales, las mejores maneras de disponer los dispositivos sociales de creación de subjetivdidad) son absolutamente secundarias para la otra, mientras que, la primera desearía despolitizar y "administrativizar" tecnocráticamente lo que, para la segunda, es la carne y la sangre de la política, o sea, la puja distributiva.Ambas lógicas, sin embargo, son importantes en nuestras sociedades complejas. ¿Cómo se reconcilian? Es improbable que alguna vez se pueda lograr tal reconciliación completa. Por lo pronto, identificar ambas lógicas y comprender su legitimidad democrática sería un paso importante.

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