viernes, 28 de mayo de 2010

Diego......





Bajó 15 kilos para llegar al Mundial. Es lo primero que sorprende al verlo entrar, elegante en el traje de Etiqueta Negra, con la barba entrecana prolijamente recortada. Diego Armando Maradona (49) recibe a GENTE en su casa. La que habita por estos días, antes de viajar a Sudáfrica: el predio de la AFA en Ezeiza. Acaba de dar, hace minutos, la lista definitiva, los 23 que irán al Mundial bajo su mando. Cerró la etapa de las pruebas. Se viene el desafío mayor. Está sereno, y posa para las fotos de muy buen humor. Se sienta, pide que enciendan el aire acondicionado (su yerno, Fernando Molina, ya se había encargado de hacerlo), y arranca la charla: una hora y media a pura confesión.

–Diego, en el mundo nos conocen por Gardel, el Che, Evita y vos. ¿Cómo convivís con ser el más famoso de los símbolos nacionales?
–Para mí es fantástico. Les doy un ejemplo: por decir “Argentina, Maradona” le salvé la vida a un fotógrafo; lo estaban por cohetear y zafó. A través del fútbol, la gente me hizo de ellos. Lo de Gardel está muy lejos; supe más del Che en los años que pasé en Cuba que acá, donde me lo escondían. Aprendí a quererlo más que a San Martín, y lo digo sin ponerme colorado.

–¿Y no te pesa eso? Porque al ser de todos, todos opinamos, todos te exigimos...
–No. Si me hubiese dormido en la gloria, hoy no estaría acá. Dicen que estoy arriesgando la corona; pero no, me la juego como siempre, y con los 23 jugadores que elegí. En la lista no intervino ni Grondona, ni Bilardo, ni Cristina ni nadie. Si sale bien, le daremos alegría a la gente; y si sale mal, la culpa será mía. Y a los siete que quedaron afuera les digo que se portaron fenomenal. Pero tenía que elegir...

–Es que no sólo elegiste por talento, sino porque son funcionales al equipo.
–Dijeron que saque a uno porque estaba peleado con otro, y no. Yo, si están peleados, que se encierren en una pieza. Acá no es 6,7,8 contra TN.

–¿Al hacer la lista pensaste en cuando quedaste afuera del plantel del Mundial ‘78, junto a Humberto Bravo y Víctor Bottaniz?
–Sí. Me vino a la cabeza todo lo que lloré desde la quinta Salvatori, donde concentrábamos, hasta mi casa en Villa del Parque. Mi hermana Lili me dijo:“Odio con toda mis fuerzas a Menotti”. Fue muy duro. Salí y me dijeron si quería jugar ese domingo en Argentinos Juniors... Cinco le hicimos a Chacarita. Hugo Pena, que jugaba para Chaca pero me conocía de las inferiores de Argentinos, en el quinto gol me dijo: “No sabés las ganas de abrazarte que tengo...”.

–Entonces entendés a los familiares de los jugadores que se enojaron...
–Sí. Pero no puedo hacer nada. Elegí por detalles. Los que quedaron afuera no son bichos, ni malos tipos, ni malos jugadores. Nosotros tenemos para hacer tres listas, pero tuve que elegir una.

–¿Cómo les explicás a los siete que no entraron?
–No hay explicación.

–¿Los llamaste?
–No. En su momento, a Menotti no le dije nada. ¿Qué le iba a decir? ¿Que yo era mejor que Larrosa o que Villa, o que Alonso entró de última? No. Y no estoy para comerme una puteada.

–¿Después del Mundial ‘78 entendiste a Menotti?
–Bueno, creo que yo tenía más posibilidades que varios. Pero los muchachos que eligió el Flaco ganaron el Mundial, así que la razón la tuvo él.

–¿No es demasiado decir que si no ganan la culpa es tuya? El fútbol se juega en equipo...
–Pero el capitán se tiene que hundir con el barco. Y el capitán soy yo. Cuando se gana, son los jugadores. Yo los puedo guiar, pero ganan ellos. Siempre estuve convencido de eso, y hoy que estoy de este lado, más. Me hablan de que Bilardo encontró el equipo. Cuando salimos de acá éramos una mierda. ¿Cuántos delanteros tenía ese equipo del ’86? Ninguno. Valdano y yo rotábamos... Hicimos cinco goles los dos, Burruchaga el de la final... ¡Y hoy me dicen que no puedo llevar seis delanteros! Si probaron tantos, ¿porque no puedo yo?

–Contando éste, en los últimos tres Mundiales estuviste en lugares muy distintos. El del 2002 en Corea-Japón, exiliado del fútbol en Cuba, el de Alemania sentado al lado de Grondona, y ahora como técnico. Parece que fuera un camino.
–Sí, pero yo no buscaba la Selección, sino mi oportunidad de vivir. Luchaba contra la droga, y era lo único que me importaba. Me reinventé, me saqué la mochila de la droga –cumplí seis años sin probar– y mis hijas me lo recuerdan siempre. Estoy con el Blackberry o el Skype, y Gianinna me dice: “Aunque esté con Benja o con el Kun o con mamá, yo quiero estar al lado tuyo”. A veces lloro mirando el celular, porque no tengo tiempo de estar con ellas. Pero saben que voy a dejar la vida por esto, que quiero esta camiseta como nadie.

–¿Cuándo empezaste a soñar con manejar la Selección?
–Volví desde Georgia, adonde había viajado con el Showbol... Abrí la puerta de casa, saludé a Vero (Verónica Ojeda, su pareja), me senté a comer, y me llamó Grondona para que vaya a verlo. “Mire que llegué hace 15 minutos...”, le dije. Pero fui hasta Puerto Madero y me ofreció la Selección. Ya había renunciado Basile, ya habían dicho un montón de cosas... Acepté. Me pareció un sueño. Yo no apuntaba a eso.

–¿Nunca se te había ocurrido?
–No. Había ido a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, porque me llamaron el Kun y Messi cuando yo estaba en un asado: “Vení, no seas botón, nos prometiste...”, me decían. “Queda muy lejos, no me jodan”, le contesté. Llegué a casa, la vi a Vero y le dije: “Me voy a China a ver a los pibes”. Me dijo que estaba loco. “¿Recién te das cuenta?”... (risas). Le pregunté a Molina, mi yerno, si me hacía el aguante. Ya tenía la valija en la mano. Llegamos a Shanghai como hinchas. No quería que pensaran que iba a opacar a alguien.

–Pero no sólo los del fútbol te querían ver: también los del básquet, Las Leonas, todos...
–Claro, a eso iba. Dicen que fui con la intención de agarrar la Selección y fui a ver a todos: a las Leonas, a Ginóbili y los muchachos del básquet, todo lo que era bandera argentina. Claro, los chinos eran muy celosos de la seguridad, era un momento donde explotaba un globo y se tiraban abajo de la mesa. Y era gracioso, porque los chinitos decían “Maladona” y se venían todos donde estaba yo. ¡Y por el otro lado podía pasar cualquier cosa!

–Es lo que provocás.
–Se reproducían, les tenía que firmar a todos, salían de abajo del piso... Y son organizados: cada uno lleva su fibrón; así es un placer firmar un autógrafo. Acá te dan un papel higiénico y le tenés que poner “con cariño...”. Allá me tocó ver perder a Las Leonas, y Cachito Vigil me pidió que les hable: “El único que las podés levantar sos vos”. Estaban todas llorando. Magui Aicega se me tiró en el pecho y me dijo “gracias por venir”. Un momento terrible, me la tuve que rebancar. ¡Yo quería llorar con ellas! Vi jugar a los muchachos del básquet, que para mí miden cuatro metros, el más chiquito tiene una mano así... y la pasé fantástico. Y jugué al truco con el Kun contra Lio y el Fideo De María. Ellos dicen que nos ganaron el bueno (ríe). ¡Messi es más mentiroso jugando al truco...! Lo agarré un par de veces que me quiso correr, y como yo también sé mentir bien, cuando él tenía para el tanto me daba. Pero nunca intervine en una charla. El Checho me invitaba a comer, y la pasé bárbaro. Yo quería ir a ver los Juegos, nada más.

–¿Te dolieron los dichos de Alfito, el hijo de Basile, o de Ribolzi, el ex ayudante de campo del Coco?
–No, no, ya está. Les contesté con una carta y no quiero decir más nada. No creo que haya que ir a Harvard ni esperar un año y medio para hablar, no me interesa. Conozco a Basile, a Ribolzi, al profe Dibos, a Alfito, y no me alcanzaría la revista para hablar de ellos. Yo estoy metido en el Mundial, ellos no están. Hay una división de opiniones y una guerra de periodistas, y yo estoy en el medio. Por un lado está el Fútbol para Todos del Gobierno, y para los que quedaron afuera del negocio, ahora yo ni jugué al fútbol. Pero no me calienta. Estoy seguro de lo que tengo, hago y puedo transmitir.

–¿Aprendiste a ser más político? 
–Aprendí que no hay que darles de comer, porque eso perjudica a mis muchachos. Cuando dije lo que dije después del partido con Uruguay, la prensa se olvidó de que habíamos jugado un partido bárbaro, que ganamos en el Centenario.

–Fue la última vez que te agarraron en caliente...
–Es que... ¿Sabés lo que hubiese sido Argentina fuera del Mundial? Fijate las propagandas: estás mirando una película de Julia Roberts y de repente aparece un tipo gritando: “¡Gol de Argentina!”. Y vos saltás de la cama. Este país respira fútbol. Si no íbamos a Sudáfrica, tenía que cargar con la depresión de un pueblo. Y le pedía a Obama una visa por unos meses y me tomaba con Benjamín, el Kun, Gianinna, Dalma y Fernando un avión a Disney. ¡Y el primero que me cagaba a trompadas era mi viejo! Sin la pelota, este país se muere.

–Entendiste que el peso de tus palabras está más allá de cualquier resultado.
–Exacto. Y quiero que ellos sean protagonistas, no yo.

–¿Sentís que afuera también provocás algo distinto estando en el banco argentino?
–Un poco sí... ¡Pensá que Bilardo era muy malo pateando la pelota, Basile era defensor y el Flaco Menotti le pegaba muy bien pero no corría! Yo, por la camiseta, demostré mucho más que todos esos técnicos, y por eso soy más conocido. Pero ahora tengo que demostrar que también puedo desde el banco.

–¿Por eso te cargás más responsabilidad que los otros? Bilardo dijo en Italia ‘90: “Si no clasificamos dentro de los cuatro primeros, hay que tirar el avión que nos trae de regreso”. Pero incluía a todo el equipo...
–Ah, pero ahí como capitán le dije: “El fútbol me encanta, es divino, la pelota es mi juguete preferido, pero tengo dos hijas y las quiero seguir viendo. ¡Andá y caete vos!”. Atrás, Ruggeri, Goyco, todos, le dijeron: “Caete vos”. A mí no me cabe ese drama. Ganar a cualquier precio, no. Si jugás mal vas a perder y si sabés armar un buen grupo vas a ganar.

–Este no sólo es el año del Mundial: también cumplís 50 años.
–¡Pero me siento como uno de cuarenta, ja! Aunque la realidad indica que los años pasan para todos. Cuando veo a mi nieto correr, digo: “Me pasó todo en un Fórmula Uno”. Benja mañana me va a mear en la cara y yo voy a estar como un boludo. Y extraño a Gianinna, y muchas veces me pregunto si no tendría que parar y disfrutar mucho más de lo que más quiero.

–Pero en estos años, más allá de haber dejado las drogas, hiciste un cambio: elegiste una pareja estable, te fuiste a vivir con ella, maduraste...
–Es que entendí que a Claudia le hice mucho daño. Ella tuvo que ser madre y padre al mismo tiempo, y tiene derecho a ser feliz, algo que antes no entendía.

–¿Qué otras cosas aprendiste en este tiempo?
–Que no tenía que irme todas las noches a dormir solo a la casa de mi mamá. Cuando hacía La Noche del Diez metía un programa de treinta y pico puntos de rating, íbamos con el Chueco Suar y Pablito Codevilla a cenar a La Rosa Negra, y después llegaba a casa, mis papás estaban durmiendo y me tenía que ir a la pieza de soltero. Ahí me di cuenta de que tenía que ser feliz con mis hijas. El resto no importaba mucho.

–¿Eso te lo dijeron ellas?
–Sí, Dalma me lo dice todo el tiempo: “Papá, dejate la barba que te queda bien”. Gianinna, después del programa de Susana me dijo: “¡Papito divino, estabas hermoso!”. Y ahí es cuando te das cuenta de que si vos estás bien, ellas también son felices.

–Tampoco ves la hora de que el Kun vuelva a Independiente para tenerlos cerquita...
–Es que no se puede, son pibes de alto vuelo, es imposible. Nunca les van a poder pagar acá a Kun, Messi, Milito, Higuaín, Mascherano... Ojalá pudiera volver, así yo puedo ver a mi hija y mi nieto todos los días. Pero la realidad es que hay que adaptarse a la vida del celular, el correo electrónico y la cámara digital.

–¿Cómo te imaginás la llegada con la Copa ?
–Imagino a la Riccheri llena, que no entre nadie más, ése es el sueño... Vamos a ver si se da.

–¿Lo soñás de verdad?
–Cuando uno entra a este predio empieza a soñar despierto.

–¿También pensás en el balcón de la Rosada como en el ‘86?
–(Diego ensaya el clásico “volveremos/ volveremos/ volveremos otra vez...”). Yo me imagino la Riccheri. Después seguirán los festejos donde sea... Pero no hay que festejar antes de jugar.

–Recién nombraste a Messi jugando al truco. ¿Cómo es el que vos conocés, el de la intimidad?
–Un Messi tranquilo, buen chico, un futbolista excepcional, muy obediente y que no tiene los pájaros que yo tenía a su edad. Es un chico muy centrado. Cuando tengo que hablar de Messi, sólo puedo defenderlo. Salgo al cruce de todos los que lo critican.

–¿Sentís que finalmente va a rendir en la Selección igual que en el Barcelona?
–Sí, Messi en mi Selección va a jugar y va a ser figura, porque no tiene contra.

–Siempre pareció un chico tímido. ¿Qué sentiste el otro día cuando gritó: “¡Vamos Argentina la c... de su madre!”?
–¡Salté de la cama! Cuando lo escuché decir eso en Cataluña, fue muy fuerte. Ahí dije: “Les ganó a todos”. Porque yo sé lo que es vivir en esa ciudad. En el primer partido que jugué ahí me quedé dormido en el micro. Cuando llegamos, me despertaron al grito de “¡vamos, que llegamos a España!”. “Si yo juego en España...”, les dije. “No, nosotros estamos en Cataluña”. Ahí te das cuenta del peso de esas palabras.

–¿Te molestó cuando dijeron que no sabía el Himno Nacional?
–Se dijeron muchas pavadas. Un día vino Leo, y angustiado me preguntó:“¿Por qué tal jugador dijo que yo no sabía el Himno?” “No le des bola, se habrá peleado con la mujer”, le respondí, porque lo vi mal. Messi dijo eso en el Nou Camp: muchos decían que no sentía la camiseta porque se crió en Barcelona. ¡Messi es tan argentino como yo!

–Parate en los 50 años que estás por cumplir y mirá tu vida. ¿Fue la que querías?
–Diría que no. La vida me chocó de frente. Quisieron que yo sea un tipo que lo sabía todo a los 15 años. Me sacaron de Fiorito, me llevaron a la Torre Eiffel y ya querían que supiera que Francia era un país mucho más poderoso que el nuestro, y querían que hablara de política. Me fui dando cuenta de las cosas a medida que me pasaba la vida. Y en el medio cometí muchos errores.

–¿Cuál es el imperdonable?
–No haber estado al lado de Claudia en el crecimiento de Dalma y Gianinna. Me duele el corazón por eso. Me hubiese encantado disfrutar muchas más cosas al lado de Claudia. Por cosas estúpidas e idiotas, que no se las recomiendo a nadie, me perdí todo el amor que tenía para darles, e impedí que ellas entren en mi tesoro, que hoy tengo un poco vacío por no haber escuchado a Claudia. Ella me marcaba el camino y yo me iba de mi casa. En el fútbol gané y me divertí mucho. Pero lo de mis “gordas” es algo que lo tengo adentro. ¡Y ahí sí que yo la tengo adentro!

–¿Si tuvieras un hijo con Verónica, ya sabés lo que no tenés que hacer?
–No, no voy a tener un hijo con Vero. Ya está, ya cerré la fábrica.

–¿Por qué? Sos joven...
–Sí. Pero hoy me veo como abuelo, me quedo con Benja. El no haber aprovechado ser padre me dejó un vacío muy grande adentro. Y buscar revancha ahora, no serviría.

–Revancha no, una nueva oportunidad.
–Es algo que está hablado con Vero. Por ahí esto significa que el día de mañana Vero me pegue una patada y caiga acá en el predio, o en lo de mi vieja. Estoy pagando un precio muy alto por equivocarme con Dalma y Gianinna.

–Como sea, ojalá que la fiesta de tus 50 sea con la Copa.
–Se lo pido a Dios todos los días. Por Dalma, por Gianinna y por Benjamín. Creo que el Barba ve todo y sabe del esfuerzo que hice por estar bien. Y, quién te dice, está eligiendo camisetas y agarró la celeste y blanca de la Argentina... Por ahí, en Sudáfrica se para al lado de Messi o de Romero y nos da una manito.

–La última: cuando cualquiera de nosotros viaja y nos preguntan de dónde somos, decimos “Argentina” y nos responden “Maradona”. ¿Vos qué pensás cuando dicen “Argentina”?
–Que somos el mejor país del mundo. Cuando me fui de acá me fui llorando y por un contrato. Por eso nunca quise que mi vieja me vaya a despedir a Ezeiza.
Por Gabriela Cociffi, Hugo Martin y Sergio Oviedo. Fotos: Maximiliano Vernazza y Nico Mellino.

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