Con fama de trabajador y bocazas, el secretario argentino de Comercio, Guillermo Moreno, ocupa las primeras planas con sus salidas de tono
SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ - Buenos Aires - 20/07/2010
Pocos personajes tan pintorescos en Argentina como el secretario de Comercio, Guillermo Moreno. En un país en el que los Gobiernos tienen siempre una cuota de personajes peculiares o excéntricos, Moreno ha conseguido labrarse, lío a lío, una reputación formidable de bocazas agresivo, combinada con fama de trabajador incansable y funcionario razonablemente honrado.
Pocos personajes tan pintorescos en Argentina como el secretario de Comercio, Guillermo Moreno. En un país en el que los Gobiernos tienen siempre una cuota de personajes peculiares o excéntricos, Moreno ha conseguido labrarse, lío a lío, una reputación formidable de bocazas agresivo, combinada con fama de trabajador incansable y funcionario razonablemente honrado, hasta el extremo de que, incluso, le han dedicado un libro titulado El buen salvaje.
La definición parece apropiada para un hombre cuya última proeza ha sido, supuestamente, liarse a sillazos con un abogado que le resultó molesto; que es capaz de llamar, sin empacho y a deshora, a cualquier presidente de una empresa, nacional o extranjera, para exigirle a gritos que haga lo que él quiere, y que está siempre, absolutamente siempre, a las órdenes de Néstor Kirchner, su jefe, en el sentido más peronista de la palabra.
"No creo que haya en el mundo un secretario de Comercio que haga las cosas que hace Guillermo Moreno. Seguro. Pero, para mí, es un tipo que no se lleva dinero a casa, como otros, y que está 20 horas trabajando", asegura el representante de una empresa española, acostumbrado a la exuberante, y a veces grosera, manera de hablar de Moreno. "Es cierto que te llama a los gritos, como dicen en Argentina, pero también que no pide nunca un favor que no te vaya a devolver, de una manera o de otra", mantiene otro directivo de una empresa española. "No creo que haga nada por cuenta propia, sino de Kirchner", mantiene otro experto en elbuen salvaje. Los autores del libro (Diego Cabot y Francisco Olivera, Editorial Sudamericana), comienzan la biografía con la siguiente anécdota: "La próxima vez, vengan con sus mujeres. Ya estoy cansado de cogérmelos [joderles] a ustedes". Moreno, aseguran, estaba dirigiéndose a un grupo de directivos de Repsol YPF, Petrobras y Exxon.
El encargo más problemático que ha cumplido hasta ahora, y el que la oposición no le perdonará jamás, ha sido arreglárselas para controlar el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos), un organismo oficial que, entre otras cosas, mide la inflación y que ha experimentado cambios notables. Ahora calcula subidas del IPC por debajo de lo que creen los organismos internacionales y, desde luego, los propios sindicatos peronistas, que apoyan a los Kirchner y que no se meten a discutir las cifras de Moreno, pero que, ni de broma, aceptan que ese índice sirva para regular las subidas salariales.
Moreno no abandona casi nunca las páginas de los diarios argentinos. Sus dos últimas hazañas le han granjeado titulares de primera. El secretario de Comercio ha paralizado la importación de determinados productos para controlar un poco el consumo, pero al mismo tiempo que se iban acumulando los contenedores en las aduanas, aseguraba, sin mover ni una brizna de su bigote, que todo eran cuentos de periodistas mentirosos y enredadores. China, que es mucha China y no debe saber bien quién es Moreno, contraatacó suspendiendo las compras de aceite de soja, algo peligroso para las finanzas argentinas, así que Cristina Fernández tuvo que organizar a toda prisa el siempre postergado viaje a Pekín para intentar arreglar el descalabro. Los chinos, de momento, se limitan a ofrecer "una comisión conjunta de estudio".
El pasado miércoles, Moreno superó su listón con un incidente relacionado con la empresa Papel Prensa, que forma parte de la formidable pelea que mantienen la presidenta y su marido, Néstor Kirchner, con Clarín,antaño un aliado y ahora su enemigo más aborrecido. Según relatan tanto Clarín como La Nación (que también participa en Papel Prensa), Moreno convocó al gerente de Finanzas de la empresa, Carlos Aguirre, quien inesperadamente se presentó acompañado por su abogado personal, José María Soaje. Siempre según el relato de Clarín, el secretario de Comercio encaró al abogado: "¿A vos, quién carajo le paga?". El abogado respondió: "¿A vos, qué carajo le importa?". Moreno le agarró de la solapa y se zarandearon. "En ese momento, el titular de la Sindicatura General de la Nación, el funcionario Daniel Reposo, que acompañaba al secretario de Comercio, salió del otro lado de la mesa y le dio una trompada a Soaje", puntualiza Clarín, que asegura que el responsable de Comercio lanzó una silla al aire.
Moreno, un economista de 55 años, porteño, militante peronista desde muy joven, no ha dado su propia versión de los hechos. Reposo acudió al día siguiente, como invitado, al programa de la televisión pública denominado 6-7-8, una especie de tertulia oficialista, especializada en el manejo de archivos sobre periodistas críticos con el Gobierno, sobre todo si están vinculados a Clarín.
El funcionario, con una llamativa tirita en la mejilla, aseguró que todo se había producido al contrario. El abogado Soaje (que el archivo mostró con un considerable historial racista) se abalanzó sobre los dos. Lo que quedó claro es que a Guillermo Moreno, al que ya denunciaron directivos de esa misma empresa por amenazarles con "romperles las piernas", no le importan lo más mínimo los galones que va acumulando su biografía. "Es más bueno que Lassie", le definió un día Néstor Kirchner. Y posiblemente es, incluso, todavía más fiel.