martes, 12 de julio de 2011

El asco no es un buen conductor de convivencia

El asco y la alegría en el corazón de Fito Páez



Era un sábado de diciembre de 1993 y todo lo que te rodeaba apuntaba a que tenías que salvarte sólo. Que si te he visto no me acuerdo. Que el primer mundo, los sopas Campbell y los jamones españoles en lata. Y la miseria y eso que avanzaba pero se disfrazaba. Ahí, en ese 1993 en donde a algunos Miami les quedaba a la vuelta de la esquina, Fito Páez fue poderoso. El amor después del amor se convirtió en un boom de ventas y un puñado de canciones cercanas  a lo mejor que se ha escrito en el país se desparramaron por cada rincón de la patria.
Poesía potente, un sonido que dialogaba con los sonidos del mundo desde un lugar preciso. Los artistas saben que ese momento de comunión puede no durar mucho. Que hay un camino hacia allí y que ese instante es precioso. El momento de llenar estadios.  Fito llenó Vélez, el estadio de Vélez. Y decidió que ese momento suyo, ganado a fuerza de talento, no le pertenecía. Hizo lo que nadie podía imaginar: regaló el show a Unicef.
Lo vi por televisión en la transmisión de Canal 13. Vivía en Rosario y hubiera querido venir a Capital, porque intuía eso que después fue: una explosión que iba a dar alegría a mi corazón. Fito regaló su momento más caro, y lo hizo sin tanta alharaca, lo hizo porque  quiso, lo hizo porque es un buen tipo. Absolutamente a contramano de la historia, y sabiendo que todo estaba perdido, ofreció su corazón. Si no lo hubiera hecho, igual, su contribución a la cultura argentina es tan grande, tan profunda que este país siempre tendrá una deuda con él. Como artista popular, ha sido, es y seguramente será, uno de los responsables de la construcción cultural de Argentina. Tan simple como eso. Dale alegría, ofrecé tu corazón.
Nadie puede decir que la nota “La Mitad” que escribió Fito  para la contratapa del Página/12 sea porque “cobra del gobierno nacional”. Decir eso es desconocer la madera de la que hablamos. No comprás a Fito Páez con un show más o menos a cargo del estado. Y esto es lo primero que se me ocurre decir para que quede muy, muy claro. No jodan, Fito no es un mercachifle, un advenedizo, un cualquiera. Por eso su palabra no es un twiteo menor; es una opinión sentida de un tipo dolido.  Y por eso entristece tanto.
Hablo de Fito desde mi lugar, “pibe de barrio, buen tropero en la partida”. También nací en el ’63. Para mí también Rosario siempre estuvo cerca. Me entristeció su nota. Mucho. Fito siente asco por la mitad de los habitantes de esta ciudad, los que votaron por Macri. No pena, no compasión, no tristeza, no solidaridad: asco. O como dice la RAE:  “Alteración del estómago causada por la repugnancia que se tiene a algo que incita a vómito.” Pobre Fito, se le debe hacer difícil vivir en una ciudad en donde una de cada dos personas lo incita a vomitar. Siendo así, se entiende su vómito editorial. Cuento ahora, para que se entienda mejor dónde estoy parado, que no voté a Macri. Que no me gusta su ideología, su gestión ni su bailecito de Gilda. No me gustan los globos, el Borda sin gas, la ausencia de subtes, ni las goteras del San Martín. No voté al Pro.
Tampoco a Filmus.  (No viene al caso, pero voté a Pino Solanas) No me siento capacitado a saber por qué tantos ciudadanos votaron candidatos que yo no votaría. Fito dice “la mitad de sus habitantes vuelve a celebrar su fiesta de pequeñas conveniencias. A la mitad de los porteños le gusta tener el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa. A la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser. No porque no puedan. Es que no quieren ser.”  ¿Cómo puede estar seguro de eso? Se arroga para sí la capacidad de entender claramente las motivaciones del voto de más 700.000 personas. Demasiado. Ya circula por ahí una nota en la que algún pícaro cambió “Buenos Aires” por “Argentina”. Y es igual de desagradable. No es lo mismo criticar a un candidato que a los votantes de ese candidato, creo. Por supuesto que Fito tiene toda la libertad del mundo de expresar sus ideas por la prensa, eso no es lo que está en discusión. El tema es que a menos que la mitad de la población se mude, vamos a tener que aprender a convivir. Y el asco no es un buen conductor de convivencia. Yo no entiendo por qué votaron como votaron casi el 80 por ciento de mis conciudadanos. No me gusta, me parece que se equivocan, me frustra saber que la ciudad que yo creo posible de la mano de mis candidatos no lo será, porque el 80% de los votantes no piensa como yo. Es la democracia.
Cuando Antonio Machado escribió: “Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios/ una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón” era la Guerra Civil y las familias –literalmente- se mataban entre sí. Esas mitades sí sonaban irreconciliables y fueron cuarenta años de odio. No hubo convivencia, hubo dictadura. Habrá que relajarse un poco, que ni quienes votan como yo somos flores, ni ellos dan asco.  Hoy a mí me suena más imperioso ofrecer el corazón. Y darle alegría a los pobres corazones.

Macri debera pagar por delitos de Lesa Humanidad, sentencia Judicial.

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