La peor ley de la selva – 3 de abril 2014
La sociedad y la democracia deben encender todas sus luces rojas. Deben sonar todas las alarmas de peligro. Hay síntomas de salvajismo que nos deben hacer reflexionar. La seguidilla de situaciones predemocráticas se han convertido en una tragedia colectiva. Los lichamientos y las palizas callejeras nos hacen descender al infierno de la condición humana. Hay algo muy profundo que se quiebra. Hay pocas cosas tan incontrolables y tan despreciables como un horda desaforada que mata a patadas a un semejante. Que le pegan en el suelo ciudadanos que tal vez nunca mataron ni una mosca. Estamos ante un síntoma de una grave enfermedad. Y la tenemos que diagnosticar cuanto antes. Y encontrar el mejor remedio. Sería bueno que fijemos un par de valores que deben ser pilares de la vida civilizada y en comunidad. Nadie, salvo el estado, tiene derecho a tomar la justicia en sus manos. El monopolio de la fuerza en una República es del estado. Es cierto que los delincuentes envalentonados le robaron parte de ese monopolio a un estado bobo y que muchos vecinos también se apropiaron de la potestad de ejercer violencia hartos de ser víctimas y de tanta impunidad. Pero que quede claro: Nadie, por mas víctima que sea tiene derecho a vengarse. Nadie debe fomentar el ojo por ojo y el diente por diente. Por ese camino, a la larga la sociedad se queda ciega. El sistema democrático se inventó entre otras cosas para terminar con eso. Para no resolver a los palazos, a las patadas o a los tiros los conflictos que se generan todos los días.
Son esos gobernantes que no toman decisiones y no aciertan a resolver el delito permanente que crece y se tranforma cada vez con mayor crueldad sanguinaria producto de los que consumen y de los que trafican droga. El gobierno nunca se hizo cargo, Cristina casi ni mencionó el tema porque lo considera una preocupación de la derecha y un caballo de troya de los medios destituyentes. Y no es cierto. La única verdad es la realidad, deberían saberlo. Y la realidad es que la inseguridad se viralizó. Que adquirió grandes dimensiones. Y que muchos compatriotas sienten que el estado que debe protegerlos no hace nada por ellos. Y que por momentos piensa mas en como proteger a los delincuentes que a los ciudadanos honestos y trabajadores. El estado estuvo ausente cuando David Moreyra intentó robar como dicen algunos testigos. Y el estado estuvo ausente cuando la turba lo asesinó a patadas. A ningún ciudadano se le cruzaría jamas por la cabeza hacer justicia por mano propia si los encargados de hacer justicia hacen bien su trabajo. Ojo con esto. Hay que repudiar con toda contudencia cualquier actitud de este tipo. Pero hay que exigirle al estado que protega a sus ciudadanos. Hay que gritar que se apliquen todas las leyes. Todas menos una: la ley de la selva.